sábado, 29 de noviembre de 2008

Sin mi móvil

Estoy sin móvil español... y muy, muy triste. Era el teléfono en el que recibía mensajes de familiares y amigos que sabían que los leo aunque no pueda contestar. Ahora no podré ni leerlos. Ni tampoco avisarles, porque con el teléfono se fueron sus números.

Prefiero no dar detalles del robo, no deseo esuchar consejos del tipo que "hay que tener más cuidado". Soy demasiado confiado, ya lo sé, en esto y en todo; pero la culpa SIEMPRE es del ladrón y no de la víctima.

Es posible que en unos días no conteste al correo, no me quiero conectar. No quiero pisar un cibercafé. Por eso tampoco podré validar comentarios. Además, no me voy a quedar en Argel.

Gracias por entenderlo.

Llueve sobre… manchado

¿Quién dijo que en Argelia no llovía? Desde luego, alguien que no ha estado nunca. Es evidente que en el sur no llueve y que lo hace de manera insuficiente, pero la zona costera, la más poblada del país y en la que se sitúan tanto Argel como las ciudades de Orán, Bejaia y Annaba, presenta un clima mediterráneo idéntico al de las cercanísimas ciudades de Valencia, Alicante o Palma de Mallorca.

A los que somos de costa no son sorprende, pero la gente de la meseta se sorprende con las trombas de agua que pueden llegar a descargarse en unos pocos minutos. Y, a diferencia de lo que ocurre en España, las calles suelen estar guarras como ellas solas, de modo que los desagües se obturan con pasmosa facilidad y caminar por la calle es hacerlo sobre un barrizal de lodo y materia orgánica e inorgánica diversa.

Lleva unos días que no para de llover y parece que va a seguir aún así. Es bueno, es necesario, aunque la costa argelina no tiene capacidad de recogida de las aguas pluviales y los pantanos se sitúan en la zona de la meseta, a partir de unos 150 kilómetros hacia el interior. Pero la lluvia también ayuda a limpiar las calles y el ambiente.

Si preguntamos a un nórdico cómo encuentra las calles de España, dirá que muy sucias, que somos muy guarros. Y no le falta razón. Eso se incrementa cuando se baja a Argelia y las calles están aún más sucias. Y, aún así, yo vivo en Argel, pero la gente que está desplazada en Orán podría escribir libros de anécdotas. No sé si alguien se animará a comentar aquí su experiencia.

La culpa de la suciedad la tenemos todos los que vivimos en Argelia. Creo que soy un arara excepción en mi manía de guardarme los papeles hasta que encuentro una papelera, pero muchas veces acabo renunciando a su búsqueda y dejo los restos sobre una caja de cartón o más basura apilada. Y creo que como yo hacemos casi todos, contribuyendo muy poco a mejorar la limpieza de la ciudad de Argel.

Uno de los atractivos turísticos a promocionar en mi calle es el camión de la basura. Quienes lo conocen estarán ya sonriendo, seguro. Como se trata de una calle estrecha y larga, muy larga, cuando se tiene la mala suerte de coincidir con él por la noche se precisa cargarse de paciencia para asistir tranquilamente los siguientes treinta o cuarenta minutos a una demostración de arquitectura a partir de residuos urbanos. Más de un estudiante de bellas artes podría tomar nota para su proyecto de fin de carrera. Los empleados son auténticos artistas y artesanos, porque no emplean medios mecánicos, de la decoración creativa y se dedican a colocar minuciosamente cada una de las bolsas de basura en el camión, que no está cerrado ni cubierto. Situando correctamente cada bolsa en el sitio más adecuado, realizan unas construcciones sobre plataforma móvil de unos tres metros de alto y paredes verticales que todavía no he visto que se cayera. La imagen final recuerda a una trinchera de las de la Primera Guerra Mundial, sólo que en lugar de sacos terreros emplean bolsas de basura de pequeño tamaño, porque el “sachet” de supermercado sustituye evidentemente a cualquier potro envase de pago. Es la del camión de la basura una de las fotos pendientes para cuando me devuelvan arreglada la cámara fotográfica.

Creo que conté aquí cómo al día siguiente de llegar a Argel hace un año me encontré a dos trabajadores parados en el borde de una acera de la calle en El Biar que portaban un mono de trabajo con un logotipo que decía “NET-COM”. Inmediatamente pensé que realizaban un trabajo relacionado con las nuevas tecnologías y que posiblemente estaban colocando fibra óptica para las necesidades de comunicación de los vecinos de la zona. Me dije que Argelia ha progresado más deprisa de lo que yo creía. Al cabo de unos días me sacó de mi error un camión de la basura con el mismo logotipo: Lo de NET-COM venía de “nettoyage communal”, la limpieza municipal.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Confeso antes que convicto

Hoy me confieso tergiversador. Así, es mejor insultarme yo solo, que medie confesión e parte, a que lo hagan los demás. Sí, tergiversador. No lo hago voluntariamente ni para molestar, pero a veces interpreto mal las cosas, las situaciones y hay gente que se me mosquea cuando sabe de mi interpretación equivocada. No suelo entender ese enfado, porque para entonces yo ya he asumido ese hecho que he interpretado mal como un pequeño accidente en el camino de la amistad. Y entonces resulta que cuando tengo el falso incidente asumido me surge uno nuevo.

Estoy aprendiendo a omitir referencias personales en el blog, pero no soy un alumno excesivamente aplicado. Por eso, pido perdón de forma global a quienes se hayan sentido alguna vez molestos por algún comentario que les mencionaba o pensaban que se refería a ellos, que también me ha ocurrido. El que sale siempre peor parado en el blog soy yo mismo. Me he dejado identificar como gordo, bulímico, a veces anoréxico, esquizofrénico, inestable (y eso es verdad), ansioso (que también), enfermo… y no me he enfadado conmigo mismo. Vamos, que todavía me hablo, aunque lo hago bajito para que no me encierren en un psiquiátrico.

Este blog no pretende ser la verdad, sino mi verdad. No quiere reflejar la realidad, sino mi percepción de la realidad. Y si en un momento malo escribo que el mundo es un asco, no quiero que al día siguiente me venga el mundo a pedir explicaciones por haberle llamado asqueroso.

jueves, 27 de noviembre de 2008

¿Será verdad?

Acabo de cumplir una semana en Argel, incluyendo un primer fin de semana de clausura abriendo cajas. No voy a valorarlo aún, la mente no está lo suficientemente despejada cuando uno llega a su casa a las cinco y pico de la mañana, se acuesta a las seis y se levanta a escribir estas líneas a las siete y cuarto... Casi es un milagro que aún me acuerde de señalar que conté el número de escalones que unen la Place Audin con mi portal. Sólo 178, no está mal.

Mi última frase me trae a la memoria que mi ascensor sigue sin funcionar. Y como este jueves me tocará realizar la mudanza de todas las cajas que tengo dentro del coche, que son muchas, es posible que me arrepienta de haber hecho el seguro del coche ayer miércoles.

Espero sacar tiempo el fin de semana para estudiar un poco. Estoy buceando un poco en la historia de las tierras de Argelia y su relación con España. Me contaban el otro día que históricamente la mayoría de los argelinos tiene antepasados nacidos en España. Los que habitualmente se conocen como moros, formalmente moriscos y que en Argelia los de origen berebere llaman “árabes”, son en casi un 50% procedentes de la península ibérica. Quien me lo explicaba, que ha dedicado mucho tiempo al estudio de las relaciones entre Argelia y España, me añadía que de realizar pruebas genéticas a la población argelina y a la andaluza se encontraría en casi todos los casos un antepasado común, puesto que la población autóctona andaluza es la que se convirtió al cristianismo tras la Reconquista, mientras que los que no lo hicieron fueron indemnizados y ayudados a emigrar en masa al norte de África.

Otra persona me contó que palabras castellanas como zanahoria o almohada, de origen árabe, se dicen de forma diferente en los países de lengua árabe, pero se emplean en Argelia por influencia de la emigración medieval ibérica.

Son cosas curiosas, que no he podido comprobar, pero me parece interesante comentarlas.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Escalón

No se me ocurre mejor título para el comentario de hoy que éste, escalón. Porque la jornada de ayer empezó y acabó con escaleras.

Por la mañana decidí repetir experiencia autobusera en la estación de cabecera de la línea 31, la Plaza Audin. Estaba lloviendo. No mucho, lo suficiente para mojar las calles y los peldaños de las escaleras y que se conviertan en pistas resbaladizas para peatones patosos. Recuerdo que el año pasado por estas fechas sufrí un resbalón en el asfalto que me dejó además la muñeca dolorida durante unos días. Ayer tenía poco asfalto, porque el camino más corto desde mi casa son las escaleras que conducen a la rue Mulhouse, junto a la Media Luna Roja. Como el ascensor de mi edificio hace honor a su nombre en sentido estricto, ascensor, que no descensor, la jornada siempre comienza con un ejercicio físico valorado en 158 escalones. Y luego en la calle esperan al menos otros tantos, fórmula que evidencia que no los he contado. No ha sido por alta de voluntad. Ayer inicié la cuenta y la hubiese completado de no interferir lo que un físico explicaría como anulación súbita del coeficiente de rozamiento dinámico, de modo que la componente horizontal de la fuerza ejercida en el punto de contacto del calzado con el escalón se mantiene constante hasta el término de este último, continuando posteriormente en un lanzamiento parabólico hasta el escalón siguiente, donde se repite el proceso. En definitiva, patinazo y caída libre para poner con mi pantalón mi granito de arena en la mejora de la limpieza de las calles de Argel.

No sé si he explicado que mi casa tiene tres salidas fundamentales, todas ellas dotadas de la posibilidad de calle en rampa o de escaleras. Hacia abajo puedo ir hacia la central de Air Algérie y la calle Mulhouse, o por el otro camino hacia la entrada del túnel de la facultad y la sede de la policía judicial. Hacia arriba tengo el Boulevard Krim Belkacem, que todo el mundo llama Telemly, junto a un edificio que no sé lo que es, porque tiene escrito en árabe algo así como “Alurdatun”, si no recuerdo mal. El mejor acceso, el chic, es el superior, pero los que llevan hacia abajo son los que unen a la parte comercial y bonita de la ciudad.

La jornada como tal tiene poco que contar. Que como no tengo cabeza, lo que esta vez me dejé en casa fue el móvil. Pensé toda la jornada que lo había perdido en el resbalón matutino y estaba francamente preocupado, pero no sirve de nada lamentarse y decidí quitármelo de la cabeza. Al llegar a casa por la noche ahí estaba esperándome y mostrando orgulloso una lista de once llamadas perdidas. También podría contar que tras el trabajo dediqué bastante tiempo a tres personas que lo necesitaban, al punto que se me hizo tardísimo. Y de vuelta a casa, además, acabé parado media hora en un control de policía charlando con los que agentes que controlaban el tráfico y compartiendo con ellos la tableta de chocolate que me acababa de comprar. Y como soy ave nocturna, regresé a mi casa pasadas las dos de la mañana, para encontrarme con que el ascensor a esas horas está desconectado y tocaba subir andando los 158 escalones. Y la verdad es que no me cuesta demasiado y hasta lo prefiero eso a tener que bajarlos, que a veces resulta pesadísimo.

Lo que más gracia me hace de mis 158 escalones es que son exactamente el doble de los 79 que tenía en mi casa anterior.

Algún lector se preguntará cuántas horas duermo, cómo lo hago. Me acosté pasadas las tres y media de la mañana y esta mañana del miércoles el despertador ha sonado a las siete menos cuarto. Sí que me ha costado un poco levantarme, se nota en el menor tamaño de este comentario, pero tampoco demasiado. Y ahora, simplemente, bajaré mis 158 escalones, colgar del blog lo que estoy escribiendo y en taxi a trabajar.

martes, 25 de noviembre de 2008

Oveja por cordero

Mi mala cabeza castiga a todos sin lectura.

Ayer por la tarde me dejé olvidado en la oficina el pendrive o memoria USB, lo que aquí llaman "flash-disque". El otro lo tengo con mi coche. En esas condiciones no podía escribir en casa y luego descargar el texto en el locutorio. Y tratar de escribir en un ordenador azerty, con la impresión de las letras en las teclas desaparecida por el desgaste es desmoralizador, sólo lo hago en caso de extrema necesidad.

Así que sólo contar que ha llovido y mucho en Argel, aunque a veces sale el sol, como ahora mismo. También que sopla el viento y yo sigo con la ventana de mi despacho que no cierra desde el atentado de diciembre, sin que nadie la repare, de modo que cada dos por tres salen las cosas volando. Y que como lo de la lluvia y el viento siempre coge a la gente desprevenida, la prensa de hoy habla de un total de 113 muertos en las inundaciones de los últimos meses, incluidos los 43 que fallecieron en Ghardaia.

¿Qué más? Que llega en menos de dos semanas la fiesta del cordero y yo tendré mi ovejita. No es broma, acabo de mandarle un fax al pastor. Lo que pasa es que, aunque lo que cuento es absolutamente cierto, las cosas no son lo que parecen ni yo voy a sacrificar ningún animal. Pero estoy muy contento.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Lo que veo al salir de la cama

Últimamente no incluyo imágenes en el blog. Se debe a que mi cámara de fotos está estropeada. Como aún la cubre el período de garantía, la llevé a arreglar donde la había comprado, la cadena FNAC, pero se lo toman con muchísima calma. Más aún, lo que intentaron fue desentenderse y que acudiera yo al servicio técnico, porque ellos sólo les remiten cada cierto tiempo los aparatos a reparar. En definitiva, que llevo casi un mes esperando la reparación y no creo que esté para cuando pase por allí en Navidades.

Un buen amigo argentino, convertido al Islam, me ha escrito una bonita carta y me ha adjuntado el link a una larguísima serie de fotografías de Argel. No he tenido tiempo de verlas todas, pero he localizado una en la que se ve mi casa y parte de las vistas que contemplo desde mi terraza:
Mi apartamento queda dentro de la fotografía, en la parte derecha. He intentado ampliar el detalle, pero no queda demasiado bien: Mi apartamento es un octavo piso del edificio más alto, el que está hacia el centro de la fotografía, muy ligeramente abajo. La vista que contemplo es menos de la ciudad y más del puerto y del mar.

Colgaría otras fotos, pero hay que respetar el derecho de imagen de quienes las han tomado. No obstante, supongo que es suficiente para describir la hermosa vista que me encuentro cuando por la mañana subo la persiana de mi dormitorio. Lo que principalmente observo desde ahí es lo que en la foto primera queda a la izquierda, incluido el lugar desde el que está tomada, el Hotel El Aurassi. En el que va a ser mi despacho la vista coincide más con la perspectiva de la fotografía. Y como la terraza da casi la vuelta a la vivienda, desde ella se alcanza una vista global que sólo tapa hacia Bab-el-Oued y la Casbah el cercano edificio gubernamental llamado Palais du Gouvernement. Hay otro edficio más bajo que el mío a la derecha que me tapa la vista de Didouche Mourad y Sacré Coeur y justo llego a ver sobre su tejado el Hotel El Djazair.

He descrito lo mejor posible las vistas desde mi casa. Habrá que esperar a que me reparen la cámara para pasar de las palabras a las imágenes.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Ya pasó

Sí, ya pasé el primer fin de semana en Argel. Sabía que se me iba a hacer duro, conozco mi dependencia de otras personas y esperaba exactamente el grado de ayuda recibido. La sorpresa para mí fue el ataque de ansiedad de la tarde-noche del viernes. La misma situación me hizo ver que no estoy completamente recuperado, lo que acentuó aún más los síntomas. Ahora puedo contar que en un momento determinado tuve la calma suficiente para plantearme que podía ser algo pasajero y comprobé que a las 15:50 del domingo tenía un vuelo a Burdeos que en el peor de los casos podría tomar después de explicar en mi trabajo que sigo malo para continuar camino hacia Bilbao y acudir al médico a primera hora del lunes.

Quien ha sufrido ataques de ansiedad entenderá que mi razonamiento era ya todo un éxito, estaba dándome un tiempo a mí mismo sin buscar la acción inmediata de irme al aeropuerto a cualquier precio. En esas circunstancias no racionalizas el valor de tus actos, necesitas que todos y todo esté a tu disposición de forma inmediata y que te saquen de ahí. Sientes palpitaciones, caída de tensión, todo da vueltas, te falta vida. He comprobado que en mi caso mejora si siento una presencia que conserva la calma y me hace sentir como un bebé indefenso al que se va a proteger. Ya sé que quien lo ha sufrido me entiende demasiado bien, mientras que a los demás les parece teatro.

He aprendido a no llamar a ningún compatriota en estas circunstancias. Una persona que ya no está en Argelia se ofreció hace unos meses a ayudarme y lo hizo francamente bien en varias ocasiones. Pero súbitamente, allá por mayo pasado, me acusó de propagar mentiras sobre su persona, algo que no era cierto y que me dolió muchísimo. Como no quiero alimentar ese bulo, me mantengo al margen de quienes sospechan de su certeza. Y recurro a mis conocidos argelinos.

En esta ocasión la ayuda me vino en la distancia. Una persona extraordinaria supo sacarme del pozo con dos simples mensajes de texto a las cinco de la mañana. Le respondí y únicamente le pedí una llamada perdida. Me la hizo y así supe que si algo me pasaba tenía a una persona al otro lado del teléfono. Ese fue el bálsamo para mi tranquilidad y me pude acostar y dormir. No sé cómo agradecerle su exquisita sensibilidad. Yo sólo le he dado lo mismo que a tantos cientos de personas, mi tiempo, mi cariño desinteresado y que supiera que tendría una mano amiga. Lo he hecho tantas veces que lo veo normal, no espero recibir nada. Ese gesto de amor de escucharme y responderme a las cinco y media de la mañana no tiene precio.

Dormí de un tirón, pese a que sigo sin mi edredón y mi almohada. El sábado me despertó la mujer de la limpieza, que venía dispuesta a sacarme del apuro de una casa con suciedad por todas las esquinas. Con todo lo mal que me la habían pintado, la mujer limpió francamente bien todo lo que le indiqué, la cocina, el retrete, el baño y el suelo del salón. Para mi sorpresa, no me hizo falta explicarle dos veces cómo se utiliza una fregona y me dejó todos los armarios y cajones dispuestos para guardar las cosas. Conté también con la ayuda de Omar, que venía supuestamente para comprar un mueble y colocar otro, pero que me sirvió de grandísima ayuda para afrontar esta parte de la instalación en la vivienda y para bromear un poco sobre mis inquietudes integristas.

Más tarde llegó otro amigo mío, Kamel, que permaneció toda la tarde en casa y tomó la iniciativa para ordenar buena parte de lo que aún no tenía un lugar asignado, porque me conoce lo suficiente para saber que sin un empujón puedo quedarme dubitativo hasta la eternidad. Dentro del desorden, la casa empieza a tomar cuerpo.

Al anochecer me quedé solo y opté por conectarme a Internet desde un locutorio. Intenté mantener seis conversaciones a la vez en el Messenger y creo que la mitad de ellos acabaron desesperados con mi tardanza, porque además intentaba leer la prensa española, enviar correos y seguir en vivo la final de la Copa Davis de tenis.

Aun a medio instalar en mi nuevo hogar, pude comprobar por la noche que mi reto de comenzar a preparar el doctorado funciona. Leyendo simplemente la documentación que acababa de encontrar sobre la historia de España en tierras de la actual Argelia entre los siglos XV a XVIII me sentí cautivado y muy a gusto sin más compañía que la de mi ordenador. No me gusta estar solo, vivir solo, pero eso lo hace más llevadero.

Estoy empezando a conocer un poco mi barrio. Como pasa en general en toda Argelia, la gente es campechana, cercana y agradable. Cada vez son más los que me saludan o preguntan cómo me siento en mi nuevo hogar, algunos de ellos sorprendidos de que saliera más o menos vivo del día de la mudanza. En la nueva pizzería de Telemly, justo encima de mi casa, este sábado me enseñaron a preparar la sala blanca de los kebabs. No es mala idea ir aprendiendo un oficio por si bien mal dadas.

Relación de daños

Todavía sigo echando cuentas de las pérdidas de la mudanza, de los daños materiales recibidos. La peor parte se la ha llevado el ropero de mi habitación, que ha tenido que ser montado en precario y el día menos pensado se caerá. Incluso estéticamente ha sufrido arañazos y las puertas desencajadas. También el sofá-cama está bastante arañado en un lateral, con un trozo de la falsa piel arrancado. Y a la estantería le falta un trozo, que ha debido astillarse por el camino. La lavadora no ha podido salir indemne del desastre, pero no es gran cosa. No tiene en cambio solución la pieza que le falta a la mesa de la terraza, que la inutiliza; la rotura del cubo de la ropa sucia, que me obligará a comprar otra en Ikea, si me cabe en la maleta; ni la base del árbol de Navidad que hace exactamente un año me trajo de regalo la becaria de mi oficina.

A eso hay que sumar lo que se me ha roto, como hoy mismo unos vasos, una jarra y la cazuela de barro (lo siento por el bacalao al pil-pil de Marta, que ya tengo desalado y ahora me quedo sin la cazuela) y algunas "desapariciones" misteriosas.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Segundo día, viernes

Pasó mi primer viernes en Argel, día de descanso semanal. Y un asco.

Pensaba hacer un repaso diario y detallado de mi regreso a Argel, con la sola salvedad de omitir referencias a personas que supongo que prefieren no ser citadas. Pero cuando uno tiene un mal día no conviene regodearse en los peores momentos y revivirlos; es mejor pasarlos por alto.

Dormí finalmente en mi cama, tras quitar con cuidado todas las maderas del mueble y la tornilleria auxiliar que lo cubrían. Coloqué incluso sábanos y la falta del edredón, que está dentro del coche, guardado en otra parte de la ciudad, la suplí con el saco de dormir.

Me despertó Omar, que había dormido en mi casa, para decirme que el propietario y el operario de una empresa pública que dirige un amigo de mi propietario (sí, las cosas aún funcionan así en Argelia) estaban llegando. Mi puse la gandora, que es una especie de chilaba de tela fina que muchos visten los viernes cuando acuden a rezar a la mezquita, y empecé mi jornada de bricolaje doméstico. No tardé mucho en darme cuenta de que estaba más excitado de lo normal y con pocas ganas de resultar agradable. Por eso, cuando se me acabaron las pilas me duché y le propuse a Omar bajar a desayunar a la calle. Él ya lo había hecho antes y tuve que insistir un poco para que se viniera.

No hace mucho que conozco a Omar. En realidad ayer fue el cuarto día que le he visto. Nos une un amigo en común, en la distancia, que me lo presentó. Para alguien que llegara nuevo a Argelia resultaría exasperante, porque despliega todas las características de los buenos argelinos. Es muy buena persona, fiel, voluntarioso hasta el extremo y muy prudente para no molestar incluso cuando se siente ofendido. Y como tiene bastante desarrollado ese sentimiento argelino del orgullo, es fácil incomodarle de manera involuntaria. Decía lo de exasperante porque sus razonamientos llevan su propio ritmo, que si se le rompe se acaba ofuscando. De ahí es imposible sacarle; al menos yo aún no lo he logrado.

Tras desayunar le indiqué a Omar que necesitaba acudir a un locutorio para conectarme a Internet. Precisaba ya a esas horas sentirme querido y leer algún correo que de alguna forma me reconfortara, o que al menos me contara algo trascendente. No pudo ser, porque al poco de llegar me advirtieron que se acercaba la hora de la oración del viernes y todo, absolutamente todo, cierra durante esas dos horas. Tuve el tiempo justo de escribir el correo más importante e incluso de recibir una respuesta tan escueta pero a la vez cargada de contenido como la mía.

Intenté quedar para salir a comer. Lo necesitaba. Aún estoy esperando a estas horas la continuación de un “luego te llamo”, porque el hecho cierto es que me quedé sin comer y esperando a quien creía que estaba viniendo a recogerme.

Mientras acababa de montar el mueble de mi dormitorio apareció detrás de la cama una araña, que inauguró el insecticida. A mi propietario aquello le pareció un crimen injustificado de un indefenso animal que, alegó en su defensa, había salvado al profeta Mahoma en una cueva. Como le respondí, ya pueden ir aprendiendo las arañas del barrio que donde las indultan es en la mezquita que tengo cerca, pero no en mi casa.

Con pequeñas anécdotas como esa siguieron los trabajos de bricolaje en casa hasta que poco después de la cuatro de la tarde me quedé ya solo. El resultado, si lo miro fríamente, es bastante positivo, porque tengo la cama y el mueble montados y la previsión de que me limpien la casa para colocar muchas más cosas en su sitio.

Las horas siguientes las pasé colocando la ropa en el armario. Cada vez que veo el despilfarro que supone la cantidad de ropa que tengo me asusto. Nadie necesita más de cincuenta pares de calcetines, infinidad de zapatos, sesenta y una camisas o camisetas (las he contado), ropa interior sin estrenar para varios años, cinco chaquetas, seis bañadores, tres paraguas, dos bufandas,… Es normal que las cosas no me quepan en casa. Y ante el agobio de no dejar de guardar cosas, iba sintiéndome cada vez peor. Opté por dejarlo todo como estaba y pensar en mi. Lo único salvable de las horas siguientes es un largo paseo y una cerveza compartida en camaradería en el Hotel El Djazair. Claro que al final exploté y los platos rotos los pagó el maitre de un restaurante de comida rápida. Lo cuento, pero prefiero no recibir comentarios sobre ello.

Hacia las diez de la noche me acerqué a una pizzería de Didouche Mourad para comer un kebab. Lo pedí sin verduras y en un plato y el cocinero me ofreció subir a tomarlo al piso superior, que en esos momentos se encontraba vacío. La idea pareció no gustar a otro camarero, a quien iba a tocar atenderme escaleras arriba. Tras pensárselo un buen rato acabó subiendo para decirme que me sentara en el piso inferior, porque en ese de arriba olía al insecticida que habían aplicado poco antes. La verdad, yo no sentía ningún olor y el piso inferior sólo disponía de dos mesas pegadas al mostrador, así que le agradecí la oferta, pero insistí en que prefería quedarme arriba. La “oferta” no era tal, me reiteró que cogiera mis cosas y bajara al piso de abajo. Así lo hice y me colocó un plato en una mesa ya ocupada por dos personas. Ante esa situación, le dije en voz alta que no había acudido a compartir mesa con dos personas desconocidas y que la alternativa era o sentarme de nuevo arriba o marcharme, ante lo que cedió y volví a recuperar mi asiento inicial.

El segundo salto se produjo con las bebidas. Como no tenían Coca Cola Light, opté por una botella grande agua mineral. El concepto “grande” es siempre relativo, lo que quizás explica que se me presentara con un botellín individual. Yo estaba ya desatado y rechacé la botella diciendo que si tenía otra más grande que la tomaba, pero que si sólo las tenía de ese tamaño que no bebería nada. Y conseguí mi botella de litro y medio.

Y el tercer asalto fue el definitivo. Subió el camarero por quinta vez con un plato grande en la mano que contenía un buen montón de patatas fritas que llenaban media fuente, mientras que la otra mitad se repartía entre una ración de arroz y algo de carne colocada sobre dos rodajas de peinillo y otras dos de limón. Aquello no era un kebab, evidentemente, y así se lo hice saber al camarero, que no se trataba de mi comida. El me señaló los trozos de carne asegurándome que sí era kebab. Y le respondí que quería exclusivamente el kebab, al que por cierto le faltaba cualquier tipo de salsa. La nueva respuesta, que ya no tenían ninguna salsa, fue suficiente para levantarme y marcharme. Más tarde caí en la cuenta de que lo hice sin pagar el agua que había empezado, pero estaba indignado hasta el extremo.

Lo primero que hice al salir fue buscar de nuevo un locutorio para intentar hablar con alguien por Internet. En esta ocasión mandé bastantes correos, hasta que comencé a sentir mareos, síntoma de una bajada de tensión y me escapé a comer algo. Tras beberme un litro de bebida y picar unos cacahuetes me puse a caminar de manera casi inconsciente hacia la Casbah. Y allí entré en un restaurante popular en el que los pocos que estaban dentro parecían recién llegados de la orar en la mezquita. El empleado del local era todo amabilidad y sencillez. Aunque lo que servía a esas horas era sólo bocadillos, se ofreció a hacerme un plato combinado de acuerdo con mis gustos, que podrían resumirse en todos los ingredientes del llamado completo pero sin lechuga. Y realmente lo logró.

Para volver a mi casa investigué los caminos de una parte de la Casbah y traté de cruzar por encima del llamado Palacio de Gobierno, pero la distribución urbanística de la zona es muy mala y creo que no existe medio de atajar sin tener que subir y bajar dos centenares de escaleras.

Y así, resumiendo y cortando lo que no merece la pena recordar, sobre todo a partir de medianoche, finalizó mi segundo día de estancia en Argelia.

Un mal momento

Antes que nada, pido disculpas por escribir sin acentos. Habitualmente lo soluciono con las combinaciones de caracteres Alt + numero de tres cifras; pero en esta ocasion todas las combinaciones dan como resultado caracteres en alfabeto arabe.

Dicho lo anterior, queria indicar que no resulta sencillo mantener el animo cada dia. Yo he venido a Argel sabiendo que tendré dias buenos y malos. Me lo he tomado muy bien y he aguantado el primer tiron. Pero no el segundo, porque no estoy hecho para mudanzas; la situacion puede siempre conmigo y no consigo centrarme ni completar algo tan simple como limpiar primero la casa y luego guardar las cosas en su sitio. Y, lo peor, acabo dependiendo de otras personas que no tienen por qué estar ocupadas de saber como me va. He sufrido el viernes por la tarde un primer ataque de ansiedad que he camuflado unas horas con la compania de tres compatriotas, pero luego he recaido. No puedo ir por la vida explicando que cuando sufro de ansiedad necesito ayuda y que ésta es simplemente compania.

Es el primer momento malo, que pasara. Y vendran otros. Hoy me iria a pasar el dia fuera y comer en mi restaurante favorito de Tamantefoust, pero encima estoy sin coche. Menos mal que como ahora vivo en el centro de Argel encuentro locutorios abiertos las 24 horas para insomnes como yo... o cerdos como el que tengo a mi izquierda, que no deja de escupir en el suelo. Me voy, antes de vomitar.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Vuelta al cole

Contaba ayer mi viaje de regreso a Argel y corté la narración al llegar a mi casa. Voy a recuperar el relato.

Pude subir hasta mi octavo piso en ascensor, posiblemente porque los vecinos no eran sabedores de que llegaba esa noche con una maleta de 28 kilos.

La única vez que había intentado abrir la puerta de mi casa, el día de la mudanza, fui incapaz de lograrlo. A un profano puede parecerle un síntoma de inutilidad, que no niego que la haya hasta cierto punto, pero abrir puertas no resulta sencillo en Argelia. En mi casa cuento con dos puertas de entrada, la de madera que todos conocemos, la de toda la vida, y otra metálica que se abre hacia afuera, que sería como una verja si no fuera porque se trata de una chapa metálica de acero. Mi apartamento no resulta excepcional en esas medidas de seguridad; son muchas las casa argelinas que entre 1989 y 1993 colocaron un aparte adicional acorazada en sus pisos. En aquellos momentos se vivía una guerra civil, con toque de queda a partir de las siete de la tarde, si no recuerdo mal; si alguien llamaba a la puerta por la noche era muchas veces para llevarse a algún miembro de la familia, al que no se volvía a ver. Las denuncias entre vecinos y antiguas rencillas personales que acababan con el cuello degollado estaban a la orden del día. En esas circunstancias las viviendas se convirtieron en búnkeres que no se abrían a nadie.

Mis dos puertas tienen un total de cinco cerraduras y en mi caso tenía la suerte de que además coincidiera con el número de llaves. Pero muchas cerraduras se abren en sentido inverso, porque es habitual en Argelia no cuidar los detalles y comprar la cerradura sin pensar si es para una puerta que abre hacia la izquierda o hacia la derecha, ya que todo se soluciona colocando la cerradura del revés. Cuando no se conoce previamente la puerta, suele ocurrir que la existencia de varias cerraduras no permite adivinar si se está abriendo o cerrando hasta dar con la combinación de todas las cerraduras abiertas.


El miércoles noche tenía que haber ido a jugar a un casino, era mi noche de suerte. Sólo erré dos veces en la apertura de la puerta y en menos de un minuto entré en mi nueva casa.

La primera sorpresa fue comprobar que la calefacción estaba encendida. Deduje que había estado la mujer de la limpieza del edificio. Y yo que pensaba que se olvidaría, porque el día de la mudanza estuve con ella medio minuto y le pedí que hiciera limpieza general de entonces en tres semanas, como se dice en mi tierra. Y tocaba este pasado lunes. Eso me creó la duda de desconocer quién le había pagado por mi. Puede haberlo hecha la vecina, a la que ni siquiera conozco, cosa que no me extrañaría porque en Argelia todavía se da esa solidaridad entre la gente que se ha perdida en nuestra tierra.

La mujer de la limpieza de mi escalera no destaca por la calidad del que debería ser su trabajo, la limpieza. Más bien creo que para ella limpiar es anegar el suelo de agua y luego recogerla, sin más. Tampoco le puedo abroncar por ello, así es como limpia, o dice limpiar, la mayoría de la gente. Pero en esos momentos, apoyado en la puerta y con una mueca de sonrisa en la boca, me quedé pensando que había puesto muy buena voluntad, porque lo mejor de todo es encenderme la calefacción y sólo eso es para ponerle un monumento, dado el frío que estaba haciendo esa noche en Argel.

Al pasear por la casa vi que había intentado colocarme algunas cosas en su sitio. Pocas, porque sólo tengo un armario en la cocina y sin que pasen antes sanidad y un servicio de desinfección resulta arriesgado guardar cosas en él. Pero mi empleada de hogar sí había asumido el riesgo con mis cosas, que así lo hace cualquiera, y me había guardado lo que a ella le parecía más adecuado. Y pude encontrarme un jarrón de barro antiguo junto a los ingredientes de cocina. Y no era lo más divertido.

En el frigorífico de la casa, el único electrodoméstico heredado, me había guardado la comida preparada. Y en las baldas de la puerta del refrigerador la leche, los zumos (seguro que tenía sed, porque dos de ellos estaban empezados)… y el recambio de jabón líquido de las manos. Debió pensar que se trataba de crema de champiñones

En el cuarto de baño me había colocado mis productos de limpieza, pero junto a ellos dos que no tienen mucha relación: la pintura reparadora del coche y el quitamanchas de la ropa. Si me hiciera metrosexual, éste último podría servirme para limpiarme el cutis por la mañana, pero no me veo maquillándome con pintura metálica para coches.

En la estantería de los adornos me había colocado, muy mono él, el cepillo de las uñas. Lo entiendo, porque tiene un diseño original, de dos cepillos unidos, lo que a cualquiera le podría hacer pensar que Y las zapatillas de casa al borde del canapé del salón, que tiene su lógica al tratarse de la única cama montada de toda la casa.

La verdad es que todos estos detalles me tenían obnubilado, sumido en un encantamiento. A esas horas de la madrugada, sin saber cómo ni dónde dormir, me sumí en mis reflexiones. Se trata de una señora mayor que seguramente no sabe hacerlo mejor. Pero da la impresión de trabajar con amor. La verdad, dudo mucho que pueda llegar a hacerle limpiar y además yo ya había pensado en otra persona que no tiene a buen seguro tanta necesidad de dinero. Ahora me enfrento a un dilema, dejarme llevar por los sentimientos o por la razón. Y creo que todos suponemos lo que me va a volver a ocurrir.

Al cabo de un rato desperté a la realidad, yo ahí, como atontado, a las tantas de la madrugada, sin disponer de dónde guardar las cosas. Así que decidí dejarlo todo como estaba y buscar una esquina en la que descansar algunas horas. Coloqué inicialmente el colchón de mi cama en el suelo, pero con esa rinitis alérgica (me he aprendido el nombrecito) que llevo arrastrando y que los viajes no hacen más que empeorar, la cercanía con la suciedad era una llamada a los ácaros para que vinieran a dormir conmigo. Luego lo intenté en el canapé del salón, que al menos parecía más apropiado para el saco de dormir, único elemento de abrigo que encontré. Y allí, cuando a la 5:38 de la mañana dejó de berrear el vecino de la mezquita que parecía estar haciéndolo dentro de mi misma casa, me acosté. La excitación nerviosa también desempeña su papel en esta historia porque, quiera o no, la vuelta al trabajo es como la vuelta al cole de los niños y yo estaba ante la víspera de encontrarme con mi maestra y mis compañeros de clase.

Detalles como la ducha de agua fría (perdón, quiero decir de hielo en estado semilíquido) por no ser capaz de encontrar la forma de que funcionara el calentador no pasan de ser anécdotas secundarias. Creo que es más divertido contar que por la mañana recibí la visita de mi propietario. Él no sabía de mi llegada y venía a arreglar una persiana. Y entonces supe que la entrañable mujer de la limpieza no había puesto un pie en mi casa y había sido el propietario quien me había estado sacando las cosas de sus cajas y bolsas, distribuyéndolas por donde consideraba más adecuado.

Siendo coherente con el menor papel que quiero que represente mi vida laboral en esta nueva etapa, poco que contar del reencuentro con la mesa de despacho. Ha sido una alegría descubrir que no sólo se comprende sino que parece que se comparte que tengo una hora de entrada, otra de salida y que están ahí para ser respetadas.

Y del resto de lo ocurrido durante el día decir que un informático con 50 kilos de sobrepeso me tiene tan contento que se va a llevar una cornada. He vuelta a saludar a compañeros, conocido a alguna persona nueva y recibido buenas y malas noticias del reciente discurrir personal de los compañeros de trabajo que más aprecio.

Al volver del trabajo con Omar, que se había prestado a ayudarme, me encontré con que mi casero no se ha dado aún cuenta de que ya no vive en el que es su apartamento. Estoy seguro de que conceptos como la nuda propiedad y el usufructo no le son extraños y no sé porqué no los aplica a su caso de arrendador. Se había pasado allí todo el día, había abierto cajas para encontrar la forma de proveerse de comida, platos, cubiertos y vasos. Y me había colocado aún más cosas en la forma en la que él las colocaría en su casa; sólo que se trata de la mía. Incluso la compra que acababa de hacer en el supermercado que está debajo de mi casa y que dejé en una sala, me la sacó de su bolsa y la distribuyó según su antojo.

La verdad es que toda esta historia no me molesta demasiado. Esto de encontrar un padre adoptivo en Argelia resulta enternecedor. Lo que peor llevo es el concepto de la higiene. Si he buscado incluso compartir piso en Argelia es porque me tomo las diferencias de forma divertida y con tolerancia. Respecto al orden y al sentido de la propiedad, pienso que me viene bien poner a prueba mi grado de sociabilidad. Pero lo que no soporto es la suciedad. Si en mi casa no he tenido nunca una cucaracha o cualquier otro insecto es porque no dejo los rincones sucios, las cazuelas mal limpiadas, o una simple salpicadura de orín en el retrete. Como no me gusta limpiar y me puedo permitir en Argelia que alguien lo haga por mí, cuando tengo invitados recurro a utilizar con más asiduidad los servicios de la mujer de la limpieza y todos tan contentos. En esa filosofía, que mi propietario me guarde los objetos de cocina en un armario que no ha sido previamente limpiado me produce repugnancia. No puedo negarlo.

La reflexión que acabo de realizar creo que no la he expuesto nunca en público. Considero que el standard de limpieza e higiene está en Argel bastante por debajo del que se emplea en España; pero también creo que muchos argelinos entenderían esta opinión sincera como algo ofensivo. Incluso escrita aquí molestará a alguna persona, dentro del reducido grupo hispano parlante, que no entenderá que estoy generalizando y que gente limpia y sucia la hay en ambos países.

Así transcurrió mi segundo día en Argel en esta etapa. Cuando escribo estas líneas aún no me he acostado. Iba a hacerlo en el mismo sofá que la primera noche, pero Omar se ha quedado a dormir en mi casa y se ha hecho con el espacio y con mi almohada. Como mi habitación rebosa de polvo a cuenta de las maderas del mueble que no hemos podido montar, haré la prueba de pasar allí la noche y si no me tocará buscar una nueva alternativa.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Crónica de un regreso

No es la primera vez que viajo a Argelia. Lo he hecho infinidad de veces en mi vida, demasiadas como para llevar la cuenta. Creo que en lo que va de año esta de hoy ha sido la sexta vez que aterrizo en Argel. Pero tiene el carácter especial de que llego con la ilusión, con los miedos y con la esperanza del primer día. He estado enfermo durante más de tres meses y ahora me lo tomo como un nuevo reto en mi vida, con el deseo de disfrutar de una estancia en un país que se parece muy poco a todos los demás.

Me ha parecido interesante contar mi experiencia del viaje abstrayéndome del hecho de que ya he estado anteriormente, sencillamente porque lo he vivido como una novedad. Me he dado cuenta de eso cuando en el taxi que me traía a la ciudad desde el aeropuerto miraba los edificios y los carteles como si fuera la primera vez. Hasta el taxista se ha dado cuenta y ha empezado a explicarme algunos lugares.

Pero empiezo por el principio del viaje, a la salida de la consulta del médico tras decirle que quiero intentarlo y venir a trabajar. Lo primero fue enviar dos mensajes cortos de texto con el móvil. Y luego buscar el vuelo más rápido posible. Disponía de un billete abierto emitido por Air Algérie, pero que sólo vuela entre Madrid y Argel los martes y los sábados. Resultaba imposible llegar a tiempo al vuelo del martes y no quería perder cuatro días más antes de volver, así que me puse a localizar billete de avión en todas las compañías posibles.

Viajar a Argelia debe estar de moda, porque todas las opciones que comprobé salían carísimas, supongo que en buena parte motivadas por mi elección de viaje de vuelta en Navidades. Finalmente tuve suerte y encontré una buena combinación de Lufthansa vía Frankfurt, con salida de Bilbao el miércoles por la tarde.

Ayer, miércoles, era el día de mi vuelta. Me levanté un poco tarde, porque me había pasado la noche tratando de enviar mensajes de ayuda a una amiga valenciana y para cuando empecé a hacer la maleta casi estaba amaneciendo. Después de desayunar, algo que desde que tomo la medicación para la hipertensión no perdono nunca, acabé de preparar los últimos detalles y me leí tranquilamente la prensa del día.

Mi madre había preparado una paella como despedida; ella sabe que le sale riquísima y deseaba decirme hasta pronto de esa forma. Luego, con la sensación de estar viviendo los últimos minutos, bajé al locutorio del saharaui que está debajo de casa, para lo que yo pensaba que iban a ser cinco minutos; pero me encontré con más de una treintena de correos y otros cuantos más que fueron llegando durante mi conexión. De nuevo tuve que responder a tres personas que requieren estos días mi atención y volví a casa con el tiempo justo de salir hacia el aeropuerto.

Cuando estuve el martes en el médico me recetó además una pomada contra la rinitis alérgica que estoy padeciendo, pero con los preparativos del viaje había olvidado comprarla. Y como el aeropuerto de Bilbao no tiene farmacia, tuve que ir hasta el pueblo más cercano, Derio, a adquirirla. Luego, justo antes de embarcar, realicé una llamada de despedida y envié seis mensajes cortos de móvil.

Llevaba tiempo sin volar a Frankfurt. La última vez que lo hice, regresando de unas vacaciones en la ciudad rumana de Constanza, aproveché para visitar la ciudad y me equivoqué de tren al regresar al aeropuerto, de modo que casi pierdo el avión. Ayer no estaba para estas tonterías y tras dos horas largas de vuelo desde Bilbao enfilé los pasillos de la Terminal 1 del aeropuerto de Frankfurt hacia la puerta de embarque de Argel sin más dilación que la parada en el duty-free para proveerme de alcohol. Tenían degustación de whisky y les resultó extraño que no quisiera probar ninguno pese a estar ahí comprando; debe ser que en Alemania sólo invitan a tomar en casa lo que al anfitrión le gusta. Yo también lo hago, pero saco algo más que Coca Cola a las visitas. Por cierto, no encontré pacharán, como me temía; y dado que no me había atrevido a comprarlo en Bilao por miedo a que luego no me lo dejaran embarcar en el siguiente vuelo, las visitas ya están advertidas de que sólo me queda media botella. Y ni gota de crema de orujo.

En el control de pasaportes tuve algún problema debido al mal estado de mi pasaporte. Inicialmente me dijeron que tenían que consultar si era válido y vino un responsable de policía. Cuando mostré la residencia en Argelia y expliqué que el nuevo pasaporte me está ya esperando en la Embajada española de Argel me franquearon el paso. Creo, de todas formas, que si en lugar de tratarse de un pasaporte de servicio hubiese sido uno ordinario, a estas alturas estaría tratando de conseguir un nuevo pasaporte en el Consulado español de Frankfurt, si esa gestión es posible.

En la puerta de embarque me aseguraron que nuestro vuelo saldría “on time” y, efectivamente, embarcamos a la hora prevista. Además, no íbamos más de 30 personas en un Boeing 737-300 de unas 120 plazas, de modo que el embarque fue rapidísimo, ni cinco minutos. Pero surgió algún problema técnico o mecánico de esos de los que es mejor no enterarse y los mecánicos alemanes estuvieron más de una hora dentro de la cabina y con todo el pasaje sentado. Me dio tiempo para echar un vistazo a mis compañeros de viaje. Mientras que en los vuelos de Air Algérie la mayoría de la clientela es argelina y en Iberia llama la atención la cantidad de hombres de negocios de ambas nacionalidades, la mayoría de los viajeros de este vuelo de Lufthansa tenía pinta de ser operarios de empresas europeas trabajando en Argelia.

Debido al retraso yo tenía un hambre canina cuando sacaron a pasear el carro de la cena. Afortunadamente, la comida de Lufthansa no tiene nada que ver ni con la bazofia que suele ofrecer Air Algérie ni con el robo descarado de Iberia. Nos ofrecieron, sin ningún coste adicional, unos ravioli como plato único y una tableta de chocolate Milka. Para beber solicité una Coca Cola Light. La sorpresa me llegó cuando unos diez minutos después se me acercó la azafata y me preguntó “Do you want another Cola Diet, don’t you?”, vamos que daba por supuesto que me tomaría otra Coca Cola Light, aunque la llamara “cola diet” en lugar de ”diet coke”. ¿Habrá llegado mi fama tan alto? Y escribo lo de tan alto porque volábamos a más de diez mil pies de altura, que den ser muchos metros. No voy a contar si acepté o no la oferta, creo que nadie guarda ninguna duda al respecto.

A la una y cuarto de la mañana el éxtasis. En una noche muy clara de luna en cuarto menguante el avión se adentra en el espacio de la bahía de Argel, muy probablemente una de las más bonitas del mundo. De día tiene el problema de que a la vez se contempla la suciedad, el estado de abandono de algunos lugares, el desorden urbanístico. Pero la luz artificial de la noche esconde todo eso. Habitualmente los aviones toman otra ruta y tras alcanzar la costa la bordean hasta llegar a la altura del aeropuerto, pero ésta, es la primera vez que recuerdo haber entrado a Argel de frente por la bahía hacia Bab Ezzouar.

Hasta hace poco los taxis del aeropuerto cobraban mil dinares durante el día y mil doscientos por la noche en los recorridos entre el aeropuerto y la ciudad. Pero últimamente han conseguido que la policía impida el trabajo de los llamados clandestinos y la menos competencia les ha permitido subir los precios, que ahora son de mil doscientos y mil quinientos respectivamente. Aún así, siempre hay que negociar y no aceptar el “pas de problème”, que no es un precio sino un intento seguro de aprovecharse.

Tanto tiempo fuera ha debido volver a ponerme cara de “gueuri”, de guiri, porque todos pretendían cobrarme en euros. Ni mezclando francés con árabe me tomaron por moro local, qué se le va a hacer. Al menos me llevé de premio ser llevado en el taxi más desastroso y destartalado de Argel, que por otra parte es lo que se encuentra habitualmente por el resto del país. Dos cristales astillados, las manillas de las puertas sujetas con maderas, un asiento que no es tal, el cambio de marchas con una barra metálica, un bolígrafo sujetando mi ventanilla para hacer palanca sobre la visera del cristal, el cuentakilómetros que no funciona, el interior de las puertas desaparecido, el maletero que no abre... Podría seguir, pero quizás lo más interesante es que al ponerse a rodar aquello sonaba como un carro de supermercado. Y es que también tenía los rodamientos estropeados. Yo no sabía si llegaríamos a Argel, porque además marcaba todo el tiempo la alarma de falta de gasolina, aunque me imagino que no era más que otra cosa que tampoco funcionaba.

Con un transporte tan divertido me planté en mi casa y ¡eureka! Los vecinos no sabían de mi llegada porque el ascensor funcionaba. Y, al subir a casa, lo mejor. Pero eso lo dejo para otro día.

Igualdad laboral

Este texto está preparado hace unos días, para publicar este jueves en un momento en el que estaré a punto de llegar de vuelta a Argel, con el alta médica en la mano.

Es muy corto. Simplemente quería hacerme eco de una noticia que dice que en la región de la Cabilia la administración pública ha cerrado una veintena de establecimientos que vendían alcohol. Las razones son variadas, aunque siempre se trata de lo mismo, de forzar las leyes para castigar a los que se separan de la norma nacional. Pero me ha llamado la atención saber que uno de los motivos de despido ha sido que trabajaba como empleada una mujer.

Un ejemplo de igualdad en el acceso al puesto de trabajo. Y no espero que le moleste mi comentario a mi amigo Farid.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Volver

Este es, sin duda, el post más deseado desde hace meses. Y lo resumo en una frase: Ya estoy lo suficientemente curado como para regresar a Argel.

Creo que no merece la pena entrar en detalles médicos. Simplemente, que sin estar completamente bien tengo que intentar recuperar mi normalidad laboral.

Me siento muy feliz, terriblemente contento. A nadie le gusta estar enfermo e incapacitado para trabajar, Cuando se trata de una fractura de la escápula del hombro, sabemos que tiene unos plazos de tratamiento, con una rehabilitación posterior, y la posibilidad de apañarse con el otro brazo. Si se trata de un problema más serio, que requiere de intervención quirúrguca, todo el mundo se compadece del enfermo. Pero en mi caso no llevaba la cabeza vendada, no podia trabajar con otro cerebro, nadie se compadecia de mi sino que me decía que vaya caradura la mía por pasarme cuatro meses "de vacaciones". Porque la mayoría estima que cuando no se ve la herida estar enfermo es como estar de vacaciones.

La psiquiatría debe ser una carrera muy sencilla; son infinidad los psiquiatras aficionados que, pese a saber que te están tratando médicos especialistas, creen que pueden dar consejos mejores que los de los médicos.

Ahora ya ha pasado casi todo. Tendré revisiones periódicos y un riesgo alto de recaída. Pero la cercanía de las vacaciones de Navidad me permitirá regresar pronto por unos días a casa y no forzar en exceso la salud psíquica. La primera prueba difícil será el 11 de diciembre, jueves, primer aniversario del atentado. Va ser el día que más difícil se me haga vivir solo y es posible que me busque un hotel para no pisar mi vivienda en toda la jornada.

Tengo muchos planes y novedades en mi vida. Necesitaré unos días para instalarme en mi nuevo domicilio y luego ya podré empezar a desplegar mis ideas.

Cuando llegue no tendré ni cama donde dormir, porque la mudanza de cambio de domicilio consistió en moverme todo un aamasijo de objetos de un lugar a otro, desmontando los muebles. Y a ver quién encuentra de madrugada las sábanas. Tampoco tendré coche, está a buen resguardo en un sitio alejado y sin los papeles del seguro, que ha caducado. Me tocará caminar el primer fin de semana.

En fin, sólo faltan horas para regresar.

martes, 18 de noviembre de 2008

Más cornadas da el hambre

He estado tentado de empezar con Joan Manuel Serrat. Ya dejé un día la transcrición de Mediterráneo y ahora correspondería la de "Hoy puede ser un gran día", más que nada por el título y la posterior frase que dice: "Dale el día libre a la experiencia para comenzar".

De todo esto escribiré a toro pasado, uno de estos días. Ahora me pasa como a quienes han pasado toda su vida cerca del mar, que tras una temporada en el interior son capaces de oler la proximidad de la humedad del mar cuando se acercan a la costa. Yo empiezo a oler Argelia.

Tengo ya ilusiones renovadas y planes de sobra para organizar mi vida sin excesivos contratiempos. Ya veremos si funciona, pero lo tengo que intentar.

Es posible que escriba muy poco o incluso nada esta semana, pero es más que nada por falta de tiempo y medios. Mientras tanto, se me acumulan los mensajes de gente desconocida que me escribe a mi correo personal, o que me llama por teléfono, en relación con este blog. A todos, muchas gracias. Resulta difícil responder individualmente y en ocasiones me pedís cosas que se escapan de mis posibilidades, pero puedo garantizar que lo intento.

Entre las noticias que me mandan de Argelia está la de que el Embajador de China ha dicho que van a incrementar el personal expatriado trabajando en la contrucción de la llamada autopista este-oeste en dos mil nuevos técnicos chinos. Los ciudadanos chinos son ya, de largo, el más numeroso de los colectivos de extranjeros en Argelia. Supongo que viendo la buena calidad de realización que cumplen las empresas españolas y las deficiencias evidentes de las contrucciones chinas deberíamos tener alguna posibilidad más de realizar obras en Argelia. Sobre todo ahora que crece el paro en ese sector dentro de España. Porque lo primero que he recordado al saber de esta noticia ha sido la imagen el pasado sábado por la mañana de un matrimonio de unso 55 ó 60 años en al estación de autobuses de Bilbao. Acaba yo de comprar el periódico del día y se me acercó esa pareja para preguntarme cuál es el medio de prensa que publica mayor cantidad de ofertas de empleo. Estuvimos hablando un rato. Él trabajaba en la construcción y se ha ido al paro. Y como le habían dicho que en Bilbao hay menos desempleo, se había venido con su esposa a buscar fortuna. Me preguntaron dónde trabajo y hasta se mostraron interesados por conseguir un trabajo en Argelia, si eso les permite alimentarse cada mes.

Yo no sé en qué condiciones viven en China quienes acuden a trabajar a Argel, pero no serán muy buenas...

lunes, 17 de noviembre de 2008

Unas gotas de economía y comercio

Me descolocaban muchas veces cuando me preguntaban “¿Y yo que podría vender en Argelia? Ahora ya he aprendido a responder: “lo mismo que usted vende en el resto del mundo”. Lo único que se me ocurre que no se puede vender en Argelia son piensos y elementos auxiliares para la cría de ganado porcino, que no lo hay. Pero, para todo lo demás existe un mercado más o menos amplio. Es indudable que un vendedor de candelabros judíos tendrá un mercado muy limitado, posiblemente limitado a las ventas individuales a judíos norteamericanos de las compañías que operan en la zona petrolífera del desierto, pero existirá mercado. Como siempre ocurre en el comercio, lo importante es saber llegar al cliente en las condiciones que le interesen.

Sé que la pregunta de qué puedo vender en Argelia suele proceder al final de intermediarios que no venden nada en concreto, simplemente buscan la oportunidad y creen que como trabajo en la Oficina Comercial les voy a facilitar contactos para su lucro personal, cuando eso es algo que va contra mi ética, puesto que me pagan y muy bien por ofrecer esos mismos servicios dentro de la estructura de un organismo público pagado por todos los contribuyentes, bajo las directrices de unos jefes que saben de todo esto mucho más que yo. Además, eso que me piden como un favor lo pueden conseguir de forma gratuita o casi gratuita por los cauces reglamentarios. Cuando me suceden estas cosas me doy cuenta de lo cerca que están la mentalidad argelina y española en cuanto al sentido de la transparencia y de la igualdad de trato de la administración pública. Muchas de las cosas que me espantan de la corrupción argelina han sido sin duda moneda de uso común en nuestro país hasta épocas muy recientes. Y en algunos ámbitos subsisten.

Sí suelo responder con más detalle a la pregunta inversa, qué se puede importar desde Argelia, porque el comercio en ese sentido no es estrictamente mi trabajo. Suelo responder que hidrocarburos, minerales, pescado y argelinos; pero que como los dos primeros son en general comercio de Estado, sólo quedan el pescado y los argelinos. En Argelia habría muchas más oportunidades, como subproductos forestales y productos elaborados en los que la energía sea el principal imput, pero la ineficacia productiva y la burocracia destruyen generalmente estas oportunidades.

Hace unos días estuve echando un vistazo a las estadísticas de comercio exterior español, en las que Argelia figura como el duodécimo proveedor de España con un volumen de importaciones de 4.415 millones de euros en 1997, que este año se han disparado por la subida del precio del gas, tema objeto de graves controversias en los momentos en los que los precios internacionales en el mercado libre eran muy elevados, pero que ahora, que el precio está bajando, las autoridades argelinas callarán. Nosotros, desgraciadamente, sólo vendemos un 30% de esa cantidad (es lo que técnicamente se llama tasa de cobertura), pero Argelia aún pretende desequilibrar más la situación y aduce que la balanza comercial fuera de hidrocarburos nos es muy favorable. Pero el gas y el petróleo no sólo suponen el 98% del valor de las exportaciones totales argelinas, sino que creo recordar que el 40% del PIB, de la riqueza que se genera en el país. Por ahí deberían comenzar a trabajar en la diversificación de la economía.

Estos días estoy tratando de manera excepcional asuntos económicos y comerciales. Lo hago porque llevo unos meses de baja laboral y no maneja ninguna información relacionada con mi actividad laboral. Pero me voy a reincorporar de manera inminente a mi puesto de trabajo y todo lo relacionado con él volverá a quedar al margen del blog.

domingo, 16 de noviembre de 2008

...Y morir en Argelia

Sucedió hace unos días. Suena mi teléfono móvil. Es una amiga del blog, no descubro su nombre, que me llama desde un tercer país. Me cuenta que ha fallecido en Argelia una persona frente a la que tiene un compromiso moral de presentar condolencias y desconoce cuáles son los usos y costumbres del país entre la mayoría de confesión musulmana.

Yo no he asistido a ningún funeral en Argelia y casi no sé qué responder. Mi amiga no puede enviar flores desde su país, primero porque el servicio de Interflora no le va a gestionar el pedido (yo lo intenté hace unos meses). Y segundo, porque un ramo de flores no es lo adecuado para expresar las condolencias. Sí se entendería mejor que hiciera llegar una corona, una ofrenda floral, pero una vez que el cuerpo ha recibido sepultura. Le he recomendado a mi amiga que envíe una carta expresando sus sentimientos, aunque he olvidado decirle, por obvio, que evite los impresos ya preparados que suelen incluir una cruz, o las frases ya hechas de pésame que no sean acordes a la fe islámica. Igual que en nuestra cultura, el color negro se entiende como el más adecuado a las circunstancias, pero el verde también tiene un valor religioso importante que en algunas comunidades es muy apreciado.

Los musulmanes son enterrados envueltos en una tela y directamente bajo tierra, sin otros elementos. Esta norma suele ser objeto de problemas con la comunidad emigrante en España, puesto que en nuestro país es obligatorio el uso de un ataúd o envoltorio rígido. Personalmente me sorprende que ninguna empresa haya aún inventado el féretro 100% textil, que solucionaría buena parte del problema.

Siempre me habían dicho que los muertos se colocan orientados hacia La Meca, pero sin especificar si eran los pies o la cabeza los que debían marcar esa posición. En una visita al cementerio musulmán más importante de Argel comprobé que todos los enterramientos estaban alineados, pero que en cada parcela variaban de posición respecto de las otras, lo que parecía ir en contra de la teoría de la orientación. Lo pregunté allí mismo y la verdad es que causé bastante revuelo, porque ninguna de las personas que me acompañaba había deparado en esa circunstancia y empezaron a hacerse la misma pregunta que yo. Apareció un imán que nos explicó que es la cara del finado, la mirada, la que se dirige hacia La Meca. Desconozco si esa explicación es la correcta, a mí es al que me dieron.

sábado, 15 de noviembre de 2008

La carta de Hamid

El otro día recibí un correo electrónico de un argelino de nombre Hamid, que ha vivido en España y ahora lo hace en Francia. Le he pedido permiso para transcribir su mensaje privado y me lo ha dado a condición de corregir los errores gramaticales. Así lo hago y doy a conocer el contenido de una parte de su mensaje:

Hola José Antonio, soy un argelino que, como muchos otros, lleva viviendo muchos años en Francia. Nací en Argel, donde viví hasta los 19 años, antes de huir en 1989, justo cuando la situación empezó a ser cada vez más conflictiva. Por suerte no viví los años negros del terrorismo y ahora que las cosas parecen ir mejorando tampoco tengo idea de volver a Argelia hasta que se instale una verdadera democracia. Siempre me ha gustado el castellano, quizás porque la casa de mis padres todavía está al lado del antiguo Consulado y del Instituto Cervantes. Quizás porque mi madre pasó gran parte de su juventud en Orán y nos hablaba con frecuencia de los españoles de Orán, tan similares por su manera de gritar y su capacidad de armar escándalo para reírse unos segundos después y al mismo tiempo tan extraños porque tenían el mismo estatuto de dominadores que los franceses. Quizás es por Julio Iglesias. O quizás por la tele española que mirábamos en los años de la transición y luego en los 80, escuchando a los adultos decir: “mira, lo que ha pasado en España es lo que tenemos que vivir nosotros también, que cuando ha muerto Franco han pasado a algo diferente mientras nosotros tenemos generaciones de dictadores esperándonos de padre a hijo”.

Bueno, mi español lo he aprendido en Barcelona, donde he vivido los tres últimos años. Volví a París hace seis meses, como tú has vuelto a Argel. He descubierto tu blog y quiero decirte que me gusta mucho y me siento muy orgulloso de que un español viva en mi país y que además vuelva.

No sé porque siento este orgullo, quizás porque me da la sensación de que mi país vuelve a ser más o menos normal, donde la gente de fuera puede sentir algo más que la violencia y la guerra que hemos hecho nacer. Quizás porque me daba vergüenza en España no poder mostrar a la gente que me preguntaba sobre la situación en Argelia que había algo más que lo que se dice en las noticias o lo que se puede leer en la página web del Ministerio español de Asuntos Exteriores.

Ahora al primero que me diga que en mi país a un español lo matarían al salir del aeropuerto le mostraré tu blog y le diré: “¡hay uno que sigue vivo!”

Espero que seas feliz en Argel, mi ciudad, tu ciudad. Seguiré leyendo tu blog y que sepas que si tienes algún problema allí de cualquier tipo ya tienes un nuevo amigo y aliado, con todo su barrio y su clan detrás :-) , para que sigas sintiéndote como en tu propia casa.

Para terminar, te quiero contar mi experiencia en España. Yo me sentía frustrado porque a la gente no le interesaba saber lo que podía opinar un argelino. Yo en realidad estaba contentísimo de vivir en España, pero no solamente comparando con mi país, sino en realidad con Francia, donde vivo. Noté varias veces que cuando hablaba como francés la gente sí se interesaba más en lo que decía sobre España. El secreto es que tengo una cara bastante europea que me ha permitido en España vivir las mismas situaciones desde diferentes posiciones. Entre mis dos papeles de moro y de francés me lo pasé muy bien y la verdad es que fue una experiencia inolvidable.

Hamid


Recibo muchos correos de gente que se encuentra el blog en la red y tiene el detalle de mandarme un correo privado. Es algo que agradezco muy sinceramente. Pero en el caso de Hamid me ha gustado especialmente el hecho de que se trate de un argelino y que haya sabido entender como pocos el sentido de mi blog. Yo lo que quiero transmitir es que hay un país, una vida, unas gentes detrás del nombre de Argelia. Y que en Argelia se puede vivir, que no es un nido de terroristas. Intento reflejar las maravillas y las pequeñas miserias del día a día y criticar aquello que choca al extranjero y que en general se limita luego a comentar en voz baja con su círculo de amistades, no vaya a ser políticamente incorrecto. Lo hago desde un toque intimista, sin esconder mis sentimients, mis buenos y mis malos momentos. Y par ser justo con el país, igual que cuento sus pequeñas miserias no esocndo tampoco las mías. Eso Hamid lo ha entendido maravillosamente.

He aprovechado para dejar también el párrafo final, que en realidad pertenece a un segundo mensaje que me envió. Puede servir de reflexión a quienes seguramente dicen no ser racistas pero que no tratan igual a un mismo interlocutor si pasa por francés o por moro. ¿Acaso no hablamos del mismo ser humano?

Gracias, Hamid, por tu mensaje. Aunque ya te he contestado en privado, espero llevarte en Argel a un karaoke con la música de Julio Iglesias que encandilaba a tu madre y a tu hermana. No sé si algún día existirá verdadera democracia en Argelia. De hecho, no sé siquiera si un sistema democrático es el ideal para un país en el que la mayoría de la población lo que busca es un caudillo o un jefe de tribu, porque pienso que los llamados valores democráticos no son necesariamente universales. Pero sí espero que se llegue a un sistema más justo y respetuoso con el diferente, en el que te puedas sentir a gusto incluso sin estar de acuerdo con el que manda.

viernes, 14 de noviembre de 2008

La UpM y Argelia

No sé cuántas veces he contestado ya a la pregunta de si el hecho de ser español resulta peligroso en Argelia, si la gente te mira mal. Y la respuesta que siempre intento dar es la de mi propia experiencia, que resulta muy positiva.

El pasaporte francés no es la mejor tarjeta de visita en Argelia. Los franceses están en general bastante mal vistos. Los argelinos son mediterráneos y por lo tanto presentan esos dos aspectos de su carácter aparentemente tan opuestos de apasionados y hospitalarios. Puede en general mucho más esta última cualidad y tratarán al francés con especial corrección, pero no perderán la oportunidad de decirle lo que piensan. Si se trata de un francés musulmán, con orígenes aparentemente argelinos, todo depende del talante con el que se presente, porque puede generar desde la solidaridad entre hermanos musulmanes hasta el rechazo no carente de un toque de envidia por alguien que ha renunciado a su origen para presentarse como súbdito de otro país.

Pero, en general, cuando un argelino sabe que está frente a un español lo que se le despierta es un sentimiento de simpatía. Los argelinos que han viajado al extranjero conocen especialmente las ciudades de Alicante, Barcelona y Palma de Mallorca. Cuando estas visitas las han realizado en su juventud suelen relacionar España con sus escarceos amorosos de la época, de los que en general guardan bastante buen recuerdo.

Cuando el argelino quiere conocer la procedencia del español muchas veces empieza preguntando si es catalán, o bien una frase casi hecha: ¿Madrid o Barcelona? Y si n se es de alguna de esas dos ciudades lo mejor es indicar la cercanía de la ciudad de origen a alguno de los grandes clubes de fútbol de España. Esa referencia suele ser suficiente e casi todos los casos.

En los ambientes políticos argelinos se ha acogido muy bien estos días que Barcelona haya sido escogida para albergar en su Palau de Pedralbes la secretaría permanente de la Unión para el Mediterráneo. No hubieran hecho ascos a alguna ciudad francesa, porque a los argelinos les encanta viajar a Francia, pero prefieren saber que los franceses no serán los que manejen desde su propia casa los hilos de este organismo que agrupa a todos los países del área mediterránea. Por cierto que mañana sábado se festeja esta elección en Barcelona con una paella popular, una arrossada, al lado de la Catedral y el despliegue por toda la ciudad de centenares de banderas de los 43 países que integran la Unión para el Mediterráneo. Me cuentan que la delegación argelina, que ya ha participado este martes en la fiesta organizada por la Cambra de Barcelona para conmemorar el XXV aniversario de la Asociación de Cámaras de Comercio del Mediterráneo, se muestra como el máximo exponente del euro optimismo y en algunas reuniones ha dado a entender que a medio plazo anhela gozar de un trato similar dentro de la Unión Europea al que acaba de obtener Marruecos, para lo que asume que Argelia debe estrechar más los lazos comerciales con España.

Políticamente resulta muy importante para la estabilidad de nuestra región apostar por un desarrollo de Argelia que lo aleje de las veleidades integristas. Aunque la experiencia turca muestra que el desarrollo no garantiza un alejamento d elos postulados islamizantes, no cabe duda de que la pobreza es un caldo de cultivo para un fenómeno muy peligroso. Para el regimen argelino es indudable que el acercamiento a Europa gaantiza una certa esotabilidad política, más allá de los deseos de una minoría que señalaba en el párrafo anterior.

Personalmente pienso que muchos de estos buenos deseos nunca encuentran el apoyo en los primeros niveles de decisión política, más interesados en mantener una presión constante de cara a preservar los intereses argelinos en la política energética. Y, fuera de estos ámbitos, es en general el desarrollo y la modernización del país la que se ve lastrada por una parte del funcionariado situado en una escala intermedia, en un nivel intermedio de decisión, que individualmente desea mostrar su poder recurriendo a torpedear cuantas acciones de modernización y transparencia administrativa se intentan poner en marcha. Es algo difícil de entender para los extranjeros, que reconozco que me llevó mucho tiempo saber interpretar, porque requiere conocer en profundidad la forma de ser y pensar del individuo, pero como me apasiona el marketing tengo el defecto de observar con otros ojos la reacciones humanas. Además, como los argelinos no gustan de explicar este defecto nacional, cuando me enfado y critico desde una óptica extranjera esta reacción de mostrar la capacidad personal de incidir negativamente sobre algo más poderoso que uno mismo, la mayoría piensa que sencillamente no me entero de nada.

Volviendo a la pregunta inicial, ser español puede estar muy mal visto en un falso control integrista, como ser policía, ser militar, ser mujer y no llevar velo, o simplemente ser cualquier cosa diferente a un fanático terrorista. Por eso, lo mejor es no correr riesgos y no adentrarse por las zonas montañosas del país que se sabe que son peligrosas.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Nacidos en Argelia

El blog me ha permitido hacer nuevos amigos y conocidos. Son muchas las personas que en un momento determinado se han dirigido a mí por algún tema puntual y a partir de ese instante hemos mantenido una relación amigable. En algunos casos la relación se ha interrumpido al cabo de un tiempo, supongo porque generalmente yo ya no le era necesario a esa persona.

Entre mis nuevos amigos del blog cuento con Eliane, una española nacida en Orán y ahora residente en Canarias, a la que ya he hecho referencia en alguna ocasión. Como tantos "pieds noirs" de la época colonial que se vieron forzados a abandonar su país, vive en la añoranza de Argelia. A la pobre Eliane la tengo abandonada, le escribo muy poco, pero ella mantiene su fidelidad tomando la decisión de remitirme pequeños mensajes, reenvío de documentos, o alguna foto familiar.

Lo último que he recibido de Eliane es la noticia de la constitución el pasado 22 de junio de una asociación denominada Mouvement d'Algérie-Djezaïr, para agrupar a todos los nacidos en suelo argelino y a sus descendientes. Ella misma aparece como una de las personas fundadoras. Disponen de una página web en formato blog, escrita en francés.

Me ha sorprendido el interés de todos estos nativos de Argelia por obtener o recuperar la nacionalidad argelina. La verdad es que tiene su lógica para unas personas que desde hace 47 años se sienten un poco apátridas.

Mucha suerte a Eliane y sus amigos. Yo me he hecho eco aquí por si puedo servir de correa de transmisión para que la noticia llegue a otros nacidos en tierras de la Argelia francesa.

El tío Ismael

Una felicitación desde aquí a Ismael C., nuestro becario gallego, que va a ser el padrino de bautizo de su primera sobrina, Laura, el recién nacido angelito de la foto. Los papás de la criatura, por cierto, estuvieron de visita en Argel durante la estancia de Ismael en la Oficina Comercial.

Lo dicho, Isma, felicidades.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Otro paso hacia la reelección

Hace unos días comentaba cómo el Gobierno argelino había aprobado uan modificación de la Constitución que eliminaba el límite de dos mandatos presidenciales para perpetuar en el cargo al Presidente Buteflika.

En la mañana de hoy el texto de la revisión constitucional ha sido votado en el Parlamento. En el día de ayer se descolgó del sí unánime el único partido de oposición real, el RCD, que sólo tiene verdadera presencia en la Cabilia. Pese a ello, todo estaba montado para dar boato a la gran mascarada: las tres cadenas de la televisión emitiendo en directo, casi todas las emisoras de radio difundiéndolo a todo el país, carta del Presidente para ser leída tras la aprobación,... Es el primer acto de unas elecciones a la búlgara.

¿Resultado? Quinientos parlamentarios aplaudiendo con las orejas y votando sí para ajustar la Constitución a las "necesidades" del momento. Enfrente, 21 votos negativos y 8 abstenciones. Y todos alabando que el nuevo texto proclama
Constitución proclama que el Estado actuará para promocionar los derechos políticos de la mujer de cara a incrementar sus posibilidades de reprsentación en las asamableas de electos, como si el problema de la mujer en Argelia no fuese el de la discrimnación de hecho en una sociedad no igualitaria.

El próximo acto en primavera, creo que en abril, con las elecciones y la absolutamente segura reelección de Buteflika salvo, como decía la otra vez, que la muerte nos lo separe.

La pesadilla de la mudanza

Hace unos días viajé a Argel para buscar una nueva vivienda y mudarme. Es algo que ya conté aquí. También narré mis sensaciones del primer día, gris y lluvioso, que me deslizó por la senda del desánimo y reforzó un poco mi estado depresivo.

Lo último que describí es que unas cuantas personas me habían ayudado y que tenía que decidirme entre uno de los buenos pisos que me habían ofrecido.

Al final me decidí por el que yo había descrito en último lugar, un octavo piso con ascensor (inicialmente escribí aquí que sin ascensor, pero rectifico el texto) en un edificio situado en la subida hacia Telemly desde la facultad central. Dispone de salón más tres habitaciones y una formidable terraza, de unos tres metros de ancho, que rodea el apartamento y que ofrece unas vistas increíbles de la bahía de Argel.

Por esa joya he pagado 542.000 dinares por un año. El propietario es un señor argelino majísimo. Nos hemos caído muy bien y me ha ayudado mucho en los primeros trámites de entrada al piso.

El problema llegó con la mudanza. Me vi obligado a realizarla en una única jornada, víspera de mi regreso a España. El individuo de la agencia, que no puedo calificar de señor, se me presentó con un amigo suyo en mi piso anterior a cobrar su comisión de agencia, que es de un mes de alquiler. En Argelia le cobran otro tanto al propietario, de modo que una agencia inmobiliaria, que generalmente carece de cualquier licencia de actividad, se lleva dos mensualidades por no hacer prácticamente nada. Yo estaba embalando mis cosas y simplemente les invité a pasar y tomar un refresco. Cuando el amigo vio mi colección de bebidas alcohólicas se le abrieron los ojos como platos y me pidió un whisky. En Argelia hay mucha gente que no sabe beber y que piensa que cuando te invitan a una bebida te están invitando a una botella. En ciertos ambientes es de mala educación sacar una botella empezada, porque se supone que se abre para terminarla. Pero como este individuo pensó más bien que yo le invitaba a un mueble bar, no le molestó que la botella de whisky estuviera algo empezada; cuando se le acabó se pasó a una de tequila, que no le convenció, y de ahí a abrir otra de ginebra, que tuve que quitarle al cuarto vaso. Todo esto en un espacio de unas dos horas.

La pregunta lógica de cualquier lector es porqué le dejé beber durante dos horas y no lo puse con el segundo trago en la calle. La razón es que me hablaron de que conocían a una empresa de mudanza que trabajaba con ellos y que me haría un precio especial. Le llamaron en mi presencia y le dijeron que era un cliente de la inmobiliaria, que me hiciera el mejor precio. El hombre pidió inicialmente 9.000 dinares, pero ellos le dijeron que me cobrara sólo 2.000, lo que a mí se me antojaba excesivamente barato. Tras una discusión telefónica de unos diez minutos quedamos en que me cobraría 6.000 dinares y que se presentaría a la mañana siguiente con dos empleados a cargar el camión de mudanzas.

Me pasé toda la noche envolviendo detalles, haciendo cajas, recogiendo cosas. A la vez tenía que decidir qué es lo que guardaba en la maleta para el viaje a España y qué usaría al día siguiente. Para alguien desordenado como yo, una locura. Terminé, o más bien renuncié a seguir recogiendo, a las seis y media de la mañana. Y me acosté.

A las ocho de la mañana me llamaron a la puerta. Era el vigilante de coches de mi edificio, para decirme que venía el de la mudanza con los hombres que cargaban las cosas. Y allí que se me metieron en casa a sacar trastos mientras yo me iba a la ducha a despertarme un poco y vestirme.

Al cabo de un rato, cuando ya estaba colaborando con ellos en bajar los paquetes desde mi cuarto piso, comprobé que en la caja de vinos faltaba una botella y que tampoco estaban todos los licores. Pregunté quién había tocado y allí nadie sabía nada. Uno de los empleados con muy malas formas me llamara a la policía si me atrevía a decirles que yo disponía de todo ese alcohol en mi casa. Además, los dos empleados no hacían más que preguntarme si tenía cerveza para beber o si les invitaba a whisky. Y eran las nueve de la mañana.

La furgoneta en la que se iba a realizarla mudanza se llenó con poco más de la mitad de mis enseres y me dijeron si les daba las llaves de la otra casa. Quedé en acompañarles en la furgoneta y luego regresar yo. Como en una furgoneta sólo permiten viajar a tres personas, uno de ellos se quedó en la residencia. Yo pensaba que vendría detrá sen un coche que sería el que me llevara a mí de vuelta, pero ese tercer hombre no llegó a poner los pies en mi nuevo apartamento.

En Argel hay muchas medidas de control policial de furgonetas, para comprobar que no trasladan explosivos, pero tuvimos mucha suerte y no nos pararon ninguna vez. Al llegar descargaron los electrodomésticos y los demás bultos en plena cale, junto a la entrada de un pequeño supermercado que está en los bajos de mi nueva casa. Como la furgoneta estaba estorbando, el de la empresa de mudanza se fue y me dejó con su otro empleado mientras buscaba aparcamiento. En ese intervalo, como los vecinos vieron que llegaba yo con una mudanza, bloquearon el ascensor para que no cargara en él objetos pesados. No tuvieron el detalle de decir que no se introduzcan muebles en el ascensor y que lo utilizara sólo para subir con cosas normales. No. Sin decir nada y sin dar nadie la cara lo bloquearon.

El empleado que se había quedado conmigo me dijo que el no subía a un octavo piso andando, que era mucho. Y no hubo forma de conseguir que subiera con algún bulto pequeño, me dijo que tanto trabajo no le interesaba, que prefería cobrar y marcharse. El del supermercado empezó a protestar por tener todos los enseres cerca de su puerta, en un recinto que considera suyo, y me decía que los moviera yo hacia la entrada del portal. Cuando le pedí ayuda para arrastrar un mueble me respondió que no era su trabajo, de modo que yo hizo otro tanto, explicarle que yo había pagado para que “otros” hicieran ese trabajo y si lo estaba moviendo era para hacerle un favor a él, peor en vista de su actitud, que de ahí no me movía. Entre tanto había asado casi una hora y el de la mudanza no regresaba, mientras su empleado me decía que le dejara marchar, que para él significaba que yo le pagara el trabajo.

Había yo quedado con una amiga, Lilia, en vernos esa tarde y tuve la inmensa fortuna de que se apiadó de mis circunstancias y se acercó hasta el lugar. Yo estaba en plena calle antigua de Argel, rodeado de pequeño y no tan pequeños golfillos de la calle, con mis enseres distribuidos por esa zona de la calle (ni siquiera apilados), el del supermercado protestando y amenazando porque le ocupaba su espacio, el de la mudanza desaparecido y su empleado que decía a todos que trabajaba para mí, pero que yo no quería pagarle. Efectivamente, descubrí que el citado empleado no era tal, sino un delincuente de mi anterior barrio de Ben Aknún que el de la furgoneta había encontrando vagueando cerca de mi casa y le había propuesto trabajar bajando los enseres de un extranjero. Yo estaba de los nervios y la situación podía claramente conmigo. En uno de sus momentos tranquilos, el delincuente me contó que había pasado seis meses en la cárcel en España. Lilia también me contó alguno de sus antecedentes en Argel y cuanto se le cruzaban los cables no dejaba lugar a dudas sobre su peligrosidad. De todas formas, yo no hubiera podido pagarle incluso de haber querido hacerlo, porque había salido de mi casa sin dinero y sin documentación, Llamé al de la agencia inmobiliaria que me dio el teléfono del de la mudanza. Le llamé y me respondió que llegaba enseguida, que tenía un problema. Al cabo de media hora que le llamé de nuevo me contó que estaba detenido por la policía por culpa de los papeles de la furgoneta, pero que acudiría enseguida. Lo cierto es que han pasado bastantes días y no le he vuelto a ver.

Hablé con Omar, el amigo de mi amigo Farid que me había ayudado a buscar piso y me había traído a casa unas cajas. Le expliqué lo que ocurría y que no podía moverme del lugar. Quedó en presentarse en cuanto acabara el trabajo. Pasaban las horas y yo todavía ni había desayunado, vigilando mis cosas en mitad de la calle, como un homeless, rodeado de gente que quería aprovecharse de la situación como buitres. La única que mantenía la calma era Lilia, a la que nunca podré agradecer suficientemente las horas que me dedicó allí, en una calle de Argel rodeados de gente de mala calaña, en esas circunstancias tan difíciles.

Cuando la cosa se puso peor llamé a la policía para denunciar los intentos de agresión del supuesto empleado de mudanzas y en la práctica delincuente habitual. Me pusieron una música y posteriormente en espera por espacio de unos veinte minutos, hasta que me cortaron la llamada porque, aunque parezca increíble, esa es la respuesta que se recibe en Argelia cuando se llama a la policía.

Ya era por la tarde y hablé con Omar, que venía a mi casa. Lo cierto es que se perdió, cada vez que hablaba con él me decía que estaba junto a la Croissant Rouge (Media Luna Roja) que está unos 300 metros debajo de mi calle. Yo estaba ya de los nervios después detona la jornada y no podía ir a buscarle. Le dije incluso que fuera a la policía y que viniera con ellos, pero no llegué a ver a Omar, que al final me dijo que había dado muchas vueltas, estaba muy cansado y se volvía a su casa.

Finalmente consegui hacer reaccionar al de la agencia inmobiliaria y me dijo que se presentaba en unos minutos con gente. Pero el tiempo pasaba y decidí aceptar la oferta de los golfillos del barrio de subir ellos las cosas a mi casa y conseguirme una camioneta para el resto de la mudanza. Cuando ya estábamos aparentemente de acuerdo lo rompieron porque no se fiaban de mi palabra si no les mostraba antes el dinero. De nada sirvió explicarles que no lo tenía encima. En esas llegó el de la inmobiliaria y tras varias discusiones le dije que hiciera lo que creyera más conveniente. Aún tuve que aguantar un intento de asalto del delincuente, que incluso me persiguió hasta mi octava planta para intentar arrojarme por la terraza. La primera parte de la mudanza se resolvió pagando bastante más dinero del inicialmente pactado con una agencia y dejando una segunda parte por hacer.

A partir de las siete de la tarde un segundo grupo de tres muchachos se encargó de completar la mudanza. Estuvieron recogiendo enseres de mi casa hasta bien tarde y luego tocó subirlos a mi nuevo piso… de nuevo a pie porque el ascensor milagrosamente dejó de funcionar a los tres minutos de llegar. Una vecina se me acercó a protestar. Me dijo que habían bloqueado por la mañana el ascensor, como era normal, porque había un nuevo vecino con electrodomésticos, pero que si se seguía aún por la noche le iba a tocar subir y bajar siempre a pie. Y Omar me llamó para decirme que si le dejaba las llaves él se encargaba de todo. Le expliqué que si no había conseguido llegar a mi casa no podía fiarme y que ya lo que tenía que hacer era acabarlo yo.

Los nuevos chicos de la mudanza encontraron una solución en las bolsas de compra de Ikea. Pese a que yo había guardado todo en bolsas y cajas, abrieron todas mis pertenencias dentro de su furgoneta y las fueron echando a las tres bolsas de Ikea, con las que subían a mi piso y las volcaban sobre el sofá, el suelo, o lo que tuviera a mano. Ahí daba igual que se tratara de una botella de aceite (que tuve que retirar de encima del colchón, claro), del mando a distancia del equipo de música, de un libro o de adornos. Todo mezclado y tratado por igual. A las diez de la noche tuve que dejarles solos para recoger en mi casa anterior todo lo que aún no se había trasladado, incluido el alcohol y la charcutería, que los musulmanes prefieren no tocar y yo había separado para respetar sus principios religiosos. Llené mi coche y conduje sin seguro hasta un lugar seguro de Argel donde dejarlo en mi ausencia.

A esas horas no tenía donde dormir. Le llamé a Marta para desahogarme de la enorme presión de la jornada y cuando supo que pensaba buscar alojamiento en un hotel me ofreció dormir en su casa. A la pobre le costó además hacerme alguna llamada, porque me quedé sin saldo en el móvil. Luego, Rafa me llevó hasta allí y quedé por teléfono con los de la mudanza para que cuando acabaran se acercaran a entregarme las llaves y cobrar, Yo estaba ya reventado y creo que si me hubiesen dicho en ese momento que me han desvalijado todos mis enseres me habría dado igual.

A la una y media de la mañana pudo tener las llaves de mi casa. Y como al día siguiente salía hacia el aeropuerto a las siete, quedé con mi nuevo propietario en que echara un vistazo a mi casa por si habían dejado todas las luces encendidas o las cosas tiradas de forma incorrecta. El bueno de Slimane, que así se llama mi casero, me llamó a Madrid para tranquilizarme y desearme una feliz estancia.

Este es un resumen de toda una jornada de pesadilla. Ocurrieron infinidad de historias. Yo entré en una fase de angustia y de ansiedad por la tarde y no tenía a nadie conmigo. El de la inmobiliaria se empeñaba en recoger las lleves del antiguo piso para dárselas al propietario, pero para mí era evidente que lo único que le interesaba era poder mostrar el piso a clientes y cobrar una comisión. Le llamé desesperado a Rafa y el pobre trabajaba aquel día hasta más tarde que nunca. Incluso cuando apareció de noche lo hizo de bastante mal humor, cuando yo necesitaba una dosis extra de comprensión. No pude llamarle a Lilia para agradecerle la cantidad de horas que había pasado conmigo en la calle apoyándome y sirviéndome de intérprete.

En todo el día no pude comer nada. Y apenas bebí un poco. Por la noche, cuando me subían las cosas de la mudanza, vi que entre los productos de limpieza llegaba una tableta de turrón de Alicante, del duro, que había comprado en Madrid para dársela a los expatriados que tuvieran pensado quedarse sin Navidades. Y media tableta de ese turrón fue mi único alimento de todo el día.

He tardado dos semanas en contarlo porque me afectó bastante. Comprobé que en situaciones límite necesito apoyo, no me valgo solo. Tuve la inmensa fortuna de contar con Lilia, pero nadie más pudo socorrerme durante el día.

Once y martes

Acaba de finalizar la jornada del 11 de noviembre. El hecho de que fuera día 11 y de que además cayera en martes, como el atentado del año pasado, me ha tenido en vilo durante toda la jornada.

Sé que puede parecer absurdo, pero yo creo que son cosas que si tienen en cuenta a la hora de atentar. Y no puede uno menos que rememorar lo que aún no se ha ido completamente de su cabeza.

Desde hace tiempo me preocupaba esta fecha, como la del 11 de marzo, si no recuerdo mal el otro 11 y martes de este año.

Es todo lo que quería escribir.

martes, 11 de noviembre de 2008

Chico busca chica

Algunas veces me preguntan cómo hacen los jóvenes argelinos para ennoviarse y enamorarse si apenas existe contacto entre ambos sexos y las mujeres no acuden a discotecas o a bares.

La pregunta la podría fácilmente responder la mayoría de quienes tienen más de sesenta años y vivieron épocas en las que la presencia de mujeres en esos lugares estaban mal vistas. Y las formas actuales de encuentro en Argelia no distaban mucho hasta hace unso pocos años de esas de antaño. Las situaciones de encuentro se dan en el mundo escolar, en el laboral, a través de amistades de hermanos, etc. El abanico de posibilidades para elegiur pareja es mucho más reducido que en occidente, pero no hay barrera que pueda acabar con el amor.

En las grandes ciudades argelinas (Argel, Orán, Annaba, Setif, Constantina, Bejaia,...) se goza de mucha mayor libertad que en las pequeñas ciudades y en el mundo rural, pero se está produciendo un fenómeno que iguala a todos: el del acceso a las nuevas tecnologías. Buscar amigos y en su caso pareja por Internet está absolutamente de moda. No osn pocos los varones que buscan jóvenes occidentales con las que chatean argas horas y declaran su amor a varias a la vez. Yo he asistido en mis estancias en locutorios públicos a las hazañas de verdaderos artistas con hasta media docena de conversaciones simultáneas en las que la chica que está al otro lado cree que sólo se dirige a ella. Las féminas argelinas, sin embargo, tienden a mantener una única conversación y en ocasiones acompañadas de alguna amiga que les sirve de cómplice y asesora para no mostrarse demasiado efusiva.

Fenómenos como el de Facebook no conocen fronteras. Otros portales de búsqueda de contactos hacen igualmente furor en Argelia. Pero hay uno que, sin ser el más popular en el país, a mí me ha encantado saber de su existencia. Se trata de Muslima. Basta con acceder a su página web (http://www.muslima.com) para comprobar el concepto que quieren implantar en el mundo islámico de la búsqueda de pareja por Internet.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Autodiagnóstico

A raíz de lo que escribí este fin de semana (me refiero al "normal", al de sñabado y domingoi, aunque en Argelia sea jueves y viernes) me voy a atrever a emitir un autodiagnóstico. Es más difícil de lo que parece, porque es precisamente hacia uno mismo como resulta más complicado valorar las circunstancias de manera justa. O ecuánime, cuando hay otros individuos de por medio.

Creo que desde hace tiempo sufro de crisis de ansiedad. No es algo reciente, aunque en este año se ha incrementado de forma exagerada. Contra lo que otros dicen que les sucede, yo no alcanzo generalmente a predecirlas. En muchas ocasiones me doy cuenta de que estoy perdiendo el autocontrol, pero ya resulta demasiado tarde. Sólo recuerdo haber reaccionado bien en una ocasión en la que me estaba enfrentando con la policía argelina horas antes de regresar a España para ser tratado médicamente y tuve la clarividencia de avisar al teléfono de emergencias consulares de la Embajada de España. No recuerdo quién me atendió, creo que me dijo que era jefe de visados o algo así y noté un cierto acento catalán; no le agradó recibir mi llamada y me respondió la tercera vez que llamé desesperado al no presentarse nadie en mi auxilio que tenía mucho trabajo y que un chófer se ocuparía de mi al final de la jornada laboral. No entiendo que se deje un teléfono de emergencias en alguien dotado de la sensibilidad de la piedra pómez, pero a la vez he de reconocer que posteriormente, tras llamar la propia policía al mismo número y hablar con el Cónsul español, la gestión fue exquisita. Tengo pendiente agradecerle al Cónsul la gestión cuando me recupere y también el haber actuado con la discreción que por su cargo se le supone, porque no me hubiera gustado que los detalles de mi problema personal trascendieran a mi trabajo ni al resto de la Embajada. Y le comentaré los que creo que son errores mejorables de gestión, porque ya me han narrado la experiencia de otra española de visita turística que llamó al estar sola y perdida en Argel, ella creía que en un barrio peligroso, y le hicieron el mismo caso que a mi al principio.

Pero estaba contando mis crisis de ansiedad. Cuando son muy fuertes vienen acompañadas de mareos y de una caída de tensión. La más grave me sucedió en diciembre del año pasado en el aeropuerto de Argel y durante unas horas me sentí morir.

Supongo que es algo que no tiene solución, que tengo que aprender a vivir con ello y a controlarlo. Y que la gente de entorno sepa cómo reaccionar y no hacerme en esos momentos más caso que el que harían a un niño pequeño. Simplemente imponerse con sentido común y aislarme en silencio y sin agobios.

Este año he sufrido muchos pequeños episodios de ansiedad debido a un estado anímico depresivo. Empecé hace un año por unos motivos laborales que no comento porque se me ha dicho que no hable del trabajo en el blog y lo quiero respetar. Por estas fechas ya estaba yo bastante tocado ante la perspectiva de tener que pasar las fiestas navideñas en Argelia. Y se publicó una sentencia judicial desfavorable, que daba por sentado algo absolutamente falso, que yo me había puesto de acuerdo con mi anterior empresa para engañar a la Seguridad Social. Saber que un juez considera que hay indicios de algo que no es cierto incidió en mi ánimo y me dejó muy hundido. Tuve la ayuda de alguien que consideré mi amiga que me sacó del hoyo de forma extraordinaria.

El atentado del once de diciembre pasado me llenó de miedos y también de motivos para acelerar mi depresión. Pude comprobar la crueldad y falta de sensibilidad de una persona que luego ha confirmado su forma de ser y también que mis ilusiones de realizar un trabajo agradable y agradecido en Argel no se iban a materializar. Y luego ya toqué fondo en el mes de junio al comprobar cómo unas mentiras bien aliñadas pueden hacer que gente a la que aprecias te considere su enemigo y te trate como tal.

No entro en otros detalles que no me agrada ventear al mundo, pero que mis amigos sí conocen. Supongo que la depresión sólo la cura el tiempo. Yo sé que no estoy curado, porque continuamente me asaltan dudas y momentos muy malos, pero supongo que eso llevará muchos meses. Desconozco si puedo ya afrontar el regreso a la vida laboral, porque para ello necesitaría conocer la experiencia de otros casos y sólo me conozco a mí mismo. Supongo que cuando la reincorporación está acompañada de comprensión será fácil, pero es algo que no se podrá esperar cuando se dé el caso de que durante meses de enfermedad no se interesen por ti.

No digo que el último caso sea el mío. Era una reflexión, como la de que el ratoncito Pérez sólo deja monedas a los niños y las ratas y demás roedores lo que hacen es morder y contagiar enfermedades. No espero precisamente monedas de premio aunque me deje los dientes.